El curso escolar comienza, los maestros y maestras hemos empezado unos días antes para ir preparando la bienvenida a las aulas. No puedo evitar sentir inquietud cada vez que comienza un nuevo curso, los primeros días son de adaptación, tanto para el alumnado como para el profesorado.
Una de las cosas que más disfruto de estar rodeada de niños y niñas, ya sea en casa o en el colegio, es cuando veo que están jugando o entretenidos dibujando o haciendo algún invento, me gusta sobre todo cuando están inmersos en su mundo, que son capaces de crear personajes fantásticos, situaciones, diálogos, misiones. Es como si una burbuja impenetrable les protegiese del mundo de los adultos. En casa, paso de puntillas y los observo de lejos para no romper la magia, podría pasar horas escuchando sus “batallas” y como de una caja pasan a realizar un microondas y del microondas pasan al castillo o a la cuna.
Organizando los nuevos libros que llegaron, me atrapó uno en particular, “No es una caja” escrito e ilustrado Antoinette Portis. Editado por Kalandraka. Se editó por primera vez en el 2006 y Kalandraka lo recuperó de nuevo en el 2017. Es un libro que lleva un tiempo en el mercado y que con el comienzo de curso me apetecía recordarlo.
Me quedé mirando para él y pensé: ¡qué grandioso es el pensamiento infantil! Añoro esa capacidad de imaginar que tienen los niños y niñas, ¡qué pena que lo vayamos perdiendo con la edad! Y es que no puedo evitar pensar que los adultos tenemos nuestra parte de responsabilidad. Las aulas, cada vez son contextos más estructurados y rígidos, perdemos el norte queriendo seguir programaciones y libros de texto que en muchas ocasiones nada tiene que ver con la realidad de nuestras aulas. En las casas se ofrecen pantallas con mucha facilidad y ante cualquier circunstancia, lo que hace que esos momentos de creación cada vez sean más limitados. “No es una caja” me ha pellizcado por dentro y me ha hecho reflexionar sobre mi labor como persona que acompaña en el proceso de crecimiento de otros menores.
¿Qué nos cuenta?
“No es una caja” pertenece a la colección Libros para soñar. Su portada y contraportada ya nos da muchas pistas sobre lo que nos vamos a encontrar. La portada en papel Kraft marrón, las letras en rojo al igual que las de un paquete cuando pone FRÁGIL, indicando el peso neto y el aviso de mantener en posición vertical.
La historia transcurre mediante un sencillo diálogo entre Conejo y otro personaje que no se ve.
El fondo de las páginas va cambiando de color: rojo, marrón y blanco. En las hojas de marrón kraft, aparecen las preguntas sobre la caja, sobre el fondo rojo la respuesta de Conejo “No es una caja”, cada vez un poco más enfadado. En las páginas con fondo blanco la ilustración en la que se superponen los dibujos de la caja y la utilidad que le da el protagonista.
Las ilustraciones nos muestran como Conejo va imaginando que es su no caja, la superposición de trazos sencillos a dos colores ponen de manifiesto el contraste entre las dos posibilidades de ver un mismo objeto. En trazo negro, la parte del pensamiento objetivo, la caja y el personaje. En rojo el mundo imaginario del protagonista.
¿Qué nos enseña?
“No es una caja” es uno de esos libros contagiosos, de los que causan efecto después de su uso. Cuando lees “No es una caja”, inmediatamente tu cerebro empieza a ver diferentes usos y de qué manera se puede transformar esa no caja. Además el diseño de sus ilustraciones es ideal para trabajar los conceptos espaciales sobre el papel o sobre uno mismo.
Os recomiendo que lo probéis, con una caja o cualquier otro objeto, ya sea en casa o en el aula, apuntad las ideas que van saliendo, es sorprendente cuando empiezas lo que da de sí la imaginación. Después podéis elegir una idea loca y…¡ manos a la obra!