El pasado viernes acudí a la presentación de “Pablo…¿ no tiene corazón?” Carolina López Gómez y Anna Nácher. Editado por Saralenjandría. Y mientras estaba escuchando a Carolina sobre la importancia de la educación emocional desde edades tempranas, iba reflexionando: primero, si los adultos que acompañamos a menores en su desarrollo, somos competentes emocionalmente. Y segundo, si realmente sabemos llevar a cabo la educación emocional.
Desde mi punto de vista, lo segundo es muy difícil sin lo primero. Y cuando esto sucede nos quedamos en lo superfluo, en llenar a los niños de materiales descontextualizados, mediar constantemente por ellos o negarles sus emociones.
Reflexionemos un poco, los adultos…:
¿Qué tal andamos de educación emocional?
¿Cómo expresamos nuestras emociones?
¿Somos capaces de reconocer emociones en nuestro estado de ánimo? Si es así…¿Qué hacemos con ellas? Nos las guardamos, las trabajamos, miramos para ellas, quedamos enganchados/as…
Inevitablemente acompañamos y educamos desde nuestro ser emocional y para ello hay que estar “en forma” con las emociones: reconocer, identificar, analizar, ver sus bondades, trabajar la mejor forma de expresar esa emoción, cuánto tiempo me quedo en ella, puedo mirarla. Seamos sinceros y sinceras, sino somos capaces de hacer esto,¿cómo lo podremos trabajar con aquellas personas que dependen de nosotros?,¿les obligaremos a estar felices porque es lo que toca?,¿o a pedir perdón porque es lo que queda bien?, y es que la educación emocional no se puede quedar en carita sonriente, carita triste, no se pega, pide perdón, daros un abrazo, promete que no lo harás más…
Dentro de la educación emocional en ocasiones siento que nos falta libertad, y es que parece que ahora todos tenemos manifestar un estado de felicidad plena, a mi eso me estresa mucho, hay veces que me siento triste o enfadada y quiero estar así, necesito estar así. Esa falta de libertad de expresión la padecemos continuamente, adultos y menores: no llores, no pasa nada, eso no es para tanto, no te enfades… y como consecuencia muchas veces entramos en conflicto entre nosotros porque no sabemos interpretar respuestas emocionales, como le pasa al protagonista del cuento, Pablo, que cree que no tiene corazón porque no manifiesta su cariño como los demás. ¿solo hay una manera de expresar alegría, tristeza, rabia o miedo?
Carolina, en Pablo… ¿no tiene corazón? retrata esta situación a la perfección.
Un libro recomendado a partir de 2 años, así como para primeros lectores ya que combina diferentes grafías, tanto mayúsculas como letra ligada.
Pablo es un niño que hace lo propio de su edad, juega, pinta, corre, salta….Comparte sus días en el colegio con un grupito de niños y niñas. Un día una amiga le manifiesta su cariño con un dibujo, y Pablo se disgusta, cree que no siente nada porque no lo hace de la misma forma. Esta reflexión lleva a sus amigos y amigas a ir descubriendo con Pablo las diferentes formas que tiene de expresar la alegría y el amor por los demás. Pablo no duda en cómo actuar con sus compañeros ante situaciones cotidianas (compartir, ayudar, acompañar…) y claro, esto no sería posible si nuestro protagonista no actuase movido por la emoción, entonces…¿tiene o no tiene Pablo corazón?
Destacar el trabajo de Anna Nácher que ha puesto rostro a Pablo y a sus emociones. Anna es capaz de transmitir con sus trazos la tristeza que siente Pablo, así como la alegría que hace que se le salga el corazón del cuerpo.
Me gustaría que todas aquellas personas que son responsables del acompañamiento de jóvenes, y aquí me refiero a todos los ámbitos en los que puede estar presente un niño/a: familia, escuela, deporte, asociaciones, música, pintura, baile…reflexionasen cómo abordan la educación emocional en sus espacios.